lunes, 16 de agosto de 2010
ME SIENTO SOLO(A)
Nunca he visto a tanta gente huir de algo, como los he visto huir de la soledad. La soledad parece ser un monstruo invisible del que grandes y chicos hacen lo que sea por escapar.
Debo confesar y compartir que alguna vez para mí también fue así. Me sentí solo de niño antes, durante y después de la separación de mis padres. Me sentí solo en ese mundo colegial en el que intentas encajar y ser aceptado, me sentí solo en mi intensa y emocional adolescencia y me he sentido solo luego de que se terminó alguna relación de pareja.
Pero algo pasó a mis 16 años, que me ayudó a que exista una enorme diferencia en la manera cómo experimento la soledad desde esa edad, hasta mis actuales 27 años. En aquel entonces, creo que al igual que muchos, yo huía de la soledad porque suponía que eso era menos doloroso que enfrentarla. Pero, me di cuenta de que estaba harto de huir de “la soledad”. Así que dejé de correr y me paré justo frente a ella muerto de miedo. La miré con mala cara, le quería hacer sentir el fastidio que me ocasionaba que viviera persiguiéndome. Pero “ella” solo me miró con una leve sonrisa, como si le enterneciera mi actitud de molestia, solo me miraba y no decía nada.
Muchas veces “perdí” la “batalla” contra “ella”. ¡¿Por qué no me dices nada?! Le gritaba molesto (en serio gritaba). Y fue en ese momento, en el cual aprendí, que la gente más que temerle a la soledad, le teme a su hermano gemelo “el silencio”, y el vacío que su presencia te puede hacer sentir, cuando no hay palabras, ni sonidos (sobre todo para los que vivimos en una bulliciosa ciudad) que callen tus lamentos, tus desilusiones, tus miedos, tus problemas no resueltos. Al “silencio” también lo miré mal, lo insulté y me peleé con “él”, haciendo toda la bulla que podía, pero yo siempre perdía, porque su presencia era más fuerte y más grande que la mía. Y a pesar de ellos, al igual que su hermana “la soledad”, “silencio” siempre me miró con una tierna sonrisa.
Un día, tras es escuchar varios de los sabios consejos de mi madre, me desperté con la respuesta en la cabeza. Descubrí que ni “soledad”, ni “silencio” estaban ahí desde el principio de mi vida para molestarme, ni para hacerme daño. Que si yo huía de ellos era por decisión propia, que realmente no existía ninguna razón para temerles. Que conocía a “soledad” y “silencio” pero que no me había dado el tiempo de conocerlos ¿entienden la diferencia? Comprendí que había una razón para que estén ahí, a mi lado, acompañándome a través del tiempo. Fue justo en ese momento cuando comprendí lo que tenía que hacer.
Me acerqué a ellos, pero ésta vez sin malas caras. No me peleé con ellos, solo les pedí disculpas y les agradecí su compañía. Me permití darles mi amistad, y ellos me dieron la suya. Y les juro, que desde entonces, mi amistad con “soledad” me permitió no volver a sentirme solo, pues es imposible estarlo mientras estés contigo mismo. Y mi amistad con “silencio” me permitió por primera vez, escuchar la voz de alguien a quien siempre callé, de alguien a quien no conocía a pesar de su cercanía, de alguien que tenía todas las preguntas que me llevaron a ser feliz y que me ayudaría a encontrar todas las respuestas. Me conocí a mí mismo, y al hacerlo aprendí a amarme.
Por favor, deja de huir. Deja ya de depender de personas y de cosas. Deja de aferrarte a recuerdos y a momentos. No dejes hoy pasar más tiempo, encuéntrate a ti mismo en la soledad y el silencio.
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Es una de las cosas más hermosas y sabias que he leído en mi vida. Gracias con todo mi corazón.
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